lunes, 18 de julio de 2016

julio 18, 2016
Una noche angustiada por las injusticias que veía a diario, rodeada de hipocresía, una noche en la que pensaba que iba hacer para despejar un poco la mente y salir de ese estrés agobiante,  tomé la decisión de madrugar al día siguiente  e irme a una fría ciudad a quedarme en un hotel y salir a tomar un café con ese chico guapo que por casualidades de la vida, un día conocí sin esperarlo.

El día, en esa fría ciudad, desde muy temprano pintaba bien un sol radiante y lindo para disfrutar, entonces llame a aquel  joven, que aunque tímido e incapaz de mirar a los ojos, era capaz de atraer a todas las mujeres por su caballerosidad.

Atreviendome con el chico guapo


Quedamos en encontrarnos en el hotel para ir almorzar;  al llegar el mediodía ahí estaba él,  el cielo se puso gris, empezó a llover y hacer mucho frio, del cual solo daban ganas de arrunchase, pero llevábamos poco tiempo de conocernos.

Aunque ganas no me faltaban,  llevaba más de 2 años sin tener novio, salir con alguien o algo parecido. Esperamos que cesara la lluvia, salimos y fuimos a un restaurante recomendado por él, el almuerzo ya casi cena, pues era muy tarde ya, todo se veía delicioso  pero mi estómago empezaba a doler, tal vez por el estrés llevaba días que mi colon no estaba bien,  sólo pude  almorzar un poco.

Para alargar el momento nos tomamos un delicioso mojito, solo vendían uno, era ley seca víspera de elecciones. Terminamos y nos fuimos caminando al hotel me conto cosas de la ciudad y reíamos, al llegar al hotel nos sentamos en el bar a tomar mojitos, la verdad no recuerdo bien cuantos fueron, no soy buena para tomar licor, al subir a la habitación cometí el error de tomar el ascensor, el cual hizo que mi cabeza diera vueltas y mi estómago doliera aún más.

Entramos en la habitación y me sentía muy mal, el dolor de estómago, los mojitos y el ascensor me hicieron efecto, él tomo la decisión de quedarse a cuidarme, a pesar de que también estaba enfermo de gripa y con una cirugía reciente en una de sus manos,  preocupado por  mí,  se quedó de enfermero.

Luego de cuidarme un rato,  darme agua y masajear mi estómago, para que pasara el dolor, se acostó a mi lado me abrazo, me beso y pasó lo que nunca me había imaginado. El chico guapo ya no tan tímido me gustaba más.  

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